Miguel Hidalgo y Costilla

También conocido cariñosamente por su gente como el cura Hidalgo, este patriota, insurgente y sacerdote nace un 8 de mayo del año 1753 en la localidad de San Diego Corralejo en el estado de Guanajuato, México.

Perteneció a una familia de clase media, su padre don Cristóbal Hidalgo y Costilla, fungió como administrador de la hacienda de San Diego Corralejo y su madre Ana María Gallaga Mandarte quien fallece tras su ultimo parto cuando Miguel Hidalgo tenía 9 años de edad.

Etapa educativa

El pleno desarrollo de su juventud Miguel Hidalgo con tan solo 12 años de edad se traslada a que actualmente se conoce como la ciudad de Morelia allí realiza sus estudios básicos de primaria para luego culminados estos trasladarse a Ciudad de México a continuar con estudios de nivel superior. Obteniendo ya para el año 1773 el titulo como bachiller en filosofía y teología.

En los años sucesivos desarrolló un extenso pero notable periodo académico que culmina para el año 1790 cuando a raíz de su preparación y nivel es designado rector del Colegio de San Nicolás, mismo lugar donde se forjo como profesional.

Al servicio de Dios

En 1778, es investido como sacerdote, es allí cuando el cura Hidalgo ejerce en varias parroquias y en lo particular desde su localidad, cuando se hace cargo de la parroquia de Dolores, Guanajuato en 1803; intensifico las acciones por mejorar las condiciones de vida de las personas.

Fue un constante agitador, promoviendo y estimulando el aprendizaje de nuevos oficios, casi todos de origen indígenas, enseñándoles a sembrar y posterior cultivo en viñedos, la apicultura y a desenvolverse como operadores en la fabricación de cerámica y ladrillos.

Con el grito de Dolores

Para 1808 se daba un momento político coyuntural difícil y trascendental para la historia de México, pues la invasión de España por parte de las tropas lideradas por Napoleón Bonaparte significó en América en particular un cuestionamiento en el existir de las colonias y se impregna las ideas colectivas de soberanía promulgados por algunos intelectuales de la época.

A estas ideas independentistas invitarían a Martin Hidalgo en 1810 bajo la fachada que se estaban dando unos encuentros literarios en el estado de Querétaro; donde en realidad se promovía la formación de un congreso americano y la necesidad de una gobernación autónoma. Este intento fue en vano ya que fueron descubiertos, Martin Hidalgo y otros lograron ponerse a salvo trasladándose a Dolores gracias a un aviso temprano de Josefa Ortiz de Domínguez.

Lo que vino a continuación fue la proclama conocida como el Grito de Dolores, en la cual visto lo ocurridos tuvieron que adelantar los planes de levantamiento; Martin Hidalgo pide ayuda a los parroquianos, acto seguido en la noche del 15 de septiembre de 1810 liberan a los presos políticos de la cárcel y toman por asalto las armas de una estación local.

Al día siguiente, el cura Hidalgo convoca una misa a la cual asisten un número considerable de partidarios políticos además de los feligreses y allegados de la parroquia, en dicha misa hace un llamado a alzarse en armas contra las autoridades de la colonia.

La solicitud publica hecha en la iglesia del cura Hidalgo fue acatada con energía, con ánimos y aires de cambio por muchos campesinos de las comunidades cercanas, a medida que avanzaban en el territorio sumaban personas entre campesinos, indios, artesanos y peones.

Esta revuelta significaba una posibilidad real de cambiar y mejorar su precaria situación de vida, atribuida a las malas cosechas y al incremento desproporcionado de precios.

Una victoria del nuevo amanecer

Tal movimiento con el paso de los días fue amplio crecimiento, a medida que avanzaban ibas conquistando mas estado y uniéndoseles centenares de personas entre campesinos, artesanos, indígenas y ciudadanos en general.

Tal situación recibió el rechazo y repudio por parte de las autoridades eclesiásticas quienes no tardaron en señalar al responsable de todo al cura Hidalgo.

Una mala estrategia y la consecuente traición

A pesar de todos los avances en territorio y victorias tempranas, no tomo en cuenta el consejo de los expertos militares de seguir avanzando en armas por la conquista del territorio, quizás afectado por la cantidad de bajas y muertes que esto dejaba a su paso, el cura Hidalgo reculó al ordenar la retirada de sus tropas, medida que le costaría más adelante pagar con el precio de la vida misma.

Es así como en los días y semanas siguientes fueron cayendo derrotados a manos del ejercito realista. El cura Hidalgo fue traicionado y capturado; poco después sometido a doble juicio el eclesiástico y el civil, lo que dictamino su pena de muerte, lo cual fue cumplido al pie de la letra. Su muerte se da a raíz de un fusilamiento ocurrido el 30 de julio de 1811.

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